La decimocuarta edición de la Vuelta se presentó como el duelo entre Bahamontes y Loroño, los dos principales ciclistas nacionales del momento, y grandes favoritos para el triunfo final. Sin embargo, las diferencias personales que había entre ambos y la más que discutible actitud de su director deportivo, Luis Puig, dejó la victoria en manos extranjeras.
En una ocasión, Puig decidió frenar a Bahamontes, inmerso en una escapada, porque Loroño, en malas condiciones físicas, llevaba perdido mucho tiempo. Los extranjeros, especialmente los belgas y franceses, se aprovecharon de la situación y coparon los primeros de la clasificación. Tras la "hábil" maniobra española, Stablinsky y Van Looy quedaron como únicos candidatos para el triunfo.
Esta situación sirvió para que, al menos públicamente, se reconciliaran Bahamontes y Loroño, quienes se apoyaron mutuamente en las etapas finales, aunque con resultados poco satisfactorios. Las diferencias entre los dos líderes españoles fue aprovechada por otros compatriotas, como Manzaneque y Otaño, que sin hacer ruido se situaron entre los cinco primeros clasificados de la general.
La retirada por enfermedad del belga Van Looy dejó en bandeja el triunfo al francés Stablinsky, quien llegó como líder a Madrid con una cómoda diferencia sobre el italiano Fornara y el español Manzaneque, a los que aventajó en tres minutos.
A los españoles les quedó el consuelo de la montaña, poco para quien, como Bahamontes, esperaba ser el dominador absoluto de la carrera. Jesús Loroño, el otro gran derrotado de la Vuelta, y el francés Hilarie Couvreur acompañaron en el podio al toledano.